Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

jueves, 28 de enero de 2021

"Emocionarte. La doble vida de los cuadros" de Carlos del Amor. Reseña

 

 

Pues ya terminé "Emocionarte" de Carlos del Amor.

Cada vez me gusta más leer libros que enseñan. O libros que te hacen recordar. O ambas cosas.

Por otra parte, procuro no dejar de leer "en papel". Es una sensación que no quiero olvidar. El libro como objeto que puedes acariciar. Me cuesta recordar más los libros que leo en el libro electrónico porque no estoy viendo siempre la portada. ¿A vosotros no os ocurre eso?

Y además de la contemplación, está el gesto de acariciar su portada, hojearlo despacio leyendo pedacitos al azar, cometer el pecado de doblar la esquinita superior de la página para señalar por donde voy leyendo, como hacía de pequeña... Todo eso es un ritual que sigue siendo también un placer para mí. De un tiempo a esta parte, para el ebook solo dejo las novelas, o los libros más gordos que me pesan muchísimo para acarrearlos en el metro.  

"Emocionarte" tenía que leerlo en papel, porque sabía que con él iba a aprender, y porque era preciso mirar los cuadros despacio, en papel, de los que hablaba.

Me ha encantado este ensayo que ha escrito Carlos del Amor, donde habla de 35 cuadros.

Se trata de obras que abarcan un período de tiempo desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Cinco siglos. Aunque hay bastantes más de los siglos XIX y XX. Obras de muchos artistas españoles, y entre ellos varias mujeres.

Son capítulos breves, que comienzan con un texto en ficción donde el autor imagina sobre la obra o el pintor o pintora, seguido por datos reales que ha aprendido él en los Museos acerca de ellos. Hay muchas anécdotas, curiosidades, que impregnan toda la prosa de un tono ameno que lo hace muy agradable. Además, como siempre nombra otros cuadros del mismo artista, te "obliga" a acudir a internet a buscarlos. Es un libro con el que se despierta la curiosidad, con el que aprendes.

El primer cuadro del que nos habla es el de una mujer. 'Un mundo' de Ángeles Santos (1929). Uno de esos cuadros que podrías contemplar durante horas por la cantidad de detalles curiosos que encierra si te fijas con detenimiento. 

 


Y termina con el famoso cuadro "El abrazo" de Juan Genoves (1976), el cuadro que después de tantos años está expuesto en el Congreso de los Diputados. Qué buena elección comenzar y terminar este ensayo con ambas obras. 

Además nos cuenta de Goya, de Rembrandt,de Clara Peeters, de Maria Blanchard, Dali, Vermeer, Suzanne Valadon, Arcimboldo, Hopper... entre otros. 

El periodista Carlos del Amor, cuyas pequeñas piezas del telediario disfruto tanto, ha ganado con este "Emocionarte. La doble vida de los cuadros" el premio España 2020. 

Yo ya había leído de este autor su libro de relatos "La vida a veces", que me encantó. Y su novela "El año sin verano". Y ha sido un reencuentro muy especial, gracias a este ensayo, volver a su prosa sencilla, íntima, emotiva. 

Sé que tendré que releerlo de vez en cuando. Porque la memoria cada vez es más frágil y porque merece la pena. No dejéis de leerlo.


jueves, 21 de enero de 2021

"Don Andrés y mis redacciones" - Relato de Rocío Díaz

 

Esta foto está tomada de internet

 #MiMejorMaestro 

 

 

Don Andrés y mis redacciones

 

Querido don Andrés,

Hoy me acordé de usted. De pronto le he visto, a pesar de mi incipiente presbicia, con una nitidez increíble. He vuelto a ver su pelo liso, bien peinado a raya por delante, pero revuelto por detrás. He vuelto a ver sus gafas grandes de pasta y de miope, su anodina chaqueta a cuadros, y su semblante, no se me ofenda, más anodino aún.

No le veo desde hace ¿Cuánto? ¿Cuarenta años? Fíjese, que yo creo que sí, que los cuarenta desde luego. Cuarenta y seguramente cuarenta y uno, que total a estas alturas de la vida, no voy a andar racaneando con los años. Sería absurdo. Sobre todo cuando aquí los tengo, debajo de los ojos y sobre la espalda. Cuarenta, qué barbaridad. Y ni le volví a ver más, ni he vuelto a saber de usted. Y aunque cierto es que nuestro colegio lo cerraron, no lo es menos que yo estaba muy ocupada viviendo mi adolescencia, mi juventud, mi vida adulta, para andar pensando en usted, que ni fue mi profesor más atractivo, ni el más dicharachero. ¿Verdad don Andrés? A estas alturas si no racaneamos con los años, tampoco vamos a hacerlo con las verdades.

Sin embargo hoy, qué cambalache de ideas habré yo revuelto en el trastero de mi memoria, para que de pronto aparecieran su traje y sus gafas, apareciera su pelo y su semblante tristón, y yo me viera de nuevo ante usted en aquella clase de la EGB, después de tantos años y tantos escritos. Así de absurda, complicada y maravillosa es esta vida.

Esta vida de ¿escritora? Más bien de aficionada a la escritura, porque don Andrés para mí los escritores siguen siendo los que viven de sus escritos. Y yo, afortunadamente, no como de lo que gano escribiendo.

Porque le confieso que me importa tanto escribir, tanto, que si tuviera que vivir de esto, en tardes como la de hoy, que no he conseguido escribir ni media página, no podría merendar. Y discúlpeme pero eso son palabras mayores, que yo la merienda no la perdono. Tardes como la de hoy, que se me han pasado mis buenas dos horas, y tres, que entre usted y yo ya no hay medias verdades, delante del ordenador sin hilvanar ni media historia, ni un cuarto de párrafo, ni tan siquiera una mágica y primera frase. Esa primera de la que tirarme, como de un trampolín, para empezar a dar brazadas en un relato. Tardes como la de hoy, qué tristeza don Andrés, qué tristeza, en las que verme como si aún tuviera doce años, y usted me hubiera mandado de deberes una redacción que no supiera ni por donde encaminarla.

Y ha sido pensar eso, y pensar en usted. Y sin darme cuenta he comenzado a escribir. Bendito don Andrés. He comenzado a escribir, a escribirle esta carta que nunca podré enviarle. Cuarenta, qué barbaridad, quizá usted ya ni viva.

Pero yo seguía, erre que erre, tejiendo frases ¿sabe? Una frase y otra frase y otra después porque yo le contaría tantas cosas de cómo me ha ido… De cómo me ha ido con las palabras, con los relatos, con las historias. En fin, con sus redacciones, ya sabe a lo que me refiero.

Porque usted siempre ha estado ahí, desde los comienzos, cuando nos ponía de deberes una redacción con un tema. La primavera, las vacaciones, la navidad. Y yo siempre las comenzaba todas igual: “La Primavera ¿qué es la primavera?” Y después por fin encontraba el hilo de Ariadna por algún lado y comenzaba a tejer. Porque redactar, narrar, inventar, no era como aprenderse de memoria las Preposiciones: «A, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, so, sobre y tras». Aún recuerdo la retahíla. Aquello era otra cosa, por eso tenía que recurrir a mi pregunta de rigor: “La Primavera ¿qué es la primavera?” y dejarme llevar. Que ya podía usted haberme dicho, don Andrés, que cambiara de vez en cuando ese comienzo, qué niña tan cansina era yo, ahora lo sé, con la dichosa preguntita.

Pero usted no, usted me escuchaba callado, caminando por el pasillo entre los pupitres, o sentado en su mesa. Me escuchaba serio, atento, hasta que yo terminaba. Después decía: “Muy bien”. Eso me decía, nada más. Sin decir mi nombre de nuevo, sin una sonrisa. Bajaba la cabeza, y apuntaba en su cuaderno, mientras yo me sentaba otra vez. Después en mis notas siempre me daba un ocho, quizá un ocho y medio, hasta alcanzar el nueve de fin de curso.

Vaya pareja que estábamos hechos, usted y yo. Yo deseando que le agradaran mis redacciones y usted escatimándome las palabras hasta la calificación final.

Y aun así, hoy ha vuelto a estar ante mí, ha aparecido detrás de una esquina de mi memoria. Con su traje chaqueta manchado de tiza y su pelo despeinado por detrás, que se notaba que había salido pitando de casa por llegar a tiempo al cole, como yo, como todos. No sé los años que tendría, seguramente era mucho más joven de lo que yo, a mis doce años, creía.

Y me he dado cuenta, don Andrés, de algo. Le echo de menos. Echo de menos sus deberes, esa pauta que me ayudaba a comenzar a escribir. Echo de menos su mirada atenta y sus oídos dispuestos que no se perdían ni una de mis frases. Echo de menos sus ochos que me empujaban a querer mejorar y llegar hasta el nueve a final de curso.

Cuarenta años, don Andrés, cuarenta, qué barbaridad, y todavía le veo delante de mí, cuando comienzo a escribir. Le saludo, le sonrío y ya solo tengo que pensar:

La primavera ¿Qué es la primavera?

 

Rocío Díaz Gómez.- Enero 2021

 

 

- La imagen de esta entrada está tomada de internet: https://yofuiaegb.com/

 

domingo, 17 de enero de 2021

"Mujeres de alma mía" de Isabel Allende

 


 "En la adolescencia fue evidente que yo no calzaba en ninguna parte y le tocó a mi pobre abuelo lidiar conmigo. No es que yo fuera perezosa o atrevida, por el contrario, era muy buena alumna y obedecía las reglas de convivencia sin protestar, pero vivía sumida en un estado  de furia contenida que no se manifestaba en pataletas o portazos sino en un eterno silencio acusador. Era un nudo de complejos; me sentía fea, impotente, invisible  presa en un presente chato y muy sola. No pertenecía a un grupo; me sentía diferente y excluida. Combatía la soledad leyendo vorazmente y escribiéndole a diario a mi madre, quien del Líbano fue a dar  a Turquía. Ella también me escribía muy seguido y no nos importaba que las cartas demoraran varias semanas en llegar. Así comenzó la correspondencia que mantuvimos siempre."

 

Creo que me he leído casi todos los libros de Isabel Allende, desde que me encantó aquella primera novela: "La casa de los Espíritus".

De hecho, en este blog hay reseñados unos cuántos.

En esta ocasión le toca el turno a su último libro: "Mujeres de alma mía". 

Este pequeño volumen, de unas doscientas páginas, se lee volando. No es propiamente una novela. Y si tengo que ser sincera, en el caso de Isabel Allende, a mí me atrapan mucho más.

Este es otro libro de memorias, como el lejano "Paula" o "La suma de los días", o aquel "Mi país inventado". Aquí vuelve a contarnos de ella misma, de su vida, y su mundo interior, con esa prosa suya tan cercana y entrañable.

Y aunque nos va hablando de su vida y sus circunstancias desde niña, ahonda en esta ocasión, cómo no podía ser de otra forma, en la idea de la vejez, y en su máxima de que hay que vivirla, sentirla, disfrutar también en ésta época de la vida, con toda la intensidad posible. 

Por supuesto y por otro lado, revoloteando todo el libro está la idea del feminismo, según ella el tema principal, el feminismo y su lucha por la igualdad, aunque yo diría que es más el del paso del tiempo, cómo os decía.

Para ahondar en esa idea del feminismo, todo el libro está lleno de referencias a mujeres importantes, ya sean de su propia familia, como su madre Panchita, su hija Paula, su nuera... o algunas que han sido imprescindibles en su vida, como Carmen Balcells, la agente literaria, o escritoras como Virginia Wolf o Margaret Atwood, o políticas como Michelle Bachelet o incluso cantantes como Violeta Parra.

Es un texto llenito de anécdotas e influencias. Nos habla mucho de su vida, de sus tres matrimonios, de sus hijos, de su peripecia vital, y sientes que lo hace con franqueza. Y cuándo lo vas leyendo parece como si estuvieras escuchándola, como si te hablara a ti, de forma reposada y reflexiva. 

Ahí está su magia y su importancia.

Como os decía, a mí me gustan más sus novelas, que sus libros de autobiografía. Literalmente me secuestran. Me parece que su forma de fabular, los personajes que inventa tan entrañables y creíbles, la prosa que tiene, la convierte en una buena escritora.  Siempre he disfrutado mucho con sus historias.

Pero esto es un gusto personal, y no quita para que reconozca que este libro "Mujeres del alma mía", con esos capítulos tan cortos, y ese tono distendido, se lee muy bien. 

Es una especie de homenaje a tantas mujeres importantes, ya sean de nuestro ámbito cercano, en este caso el suyo, como mujeres a las que hemos conocido todos. La autora, con su prosa, consigue transmitir al lector la sensación de que hay una comunicación tan íntima, que parece como si escritora y lector estuvieran manteniendo una agradable conversación. 

Sea, con el género que sea, es un placer siempre volver a Isabel Allende.


#IsabelAllende #Reseña

miércoles, 13 de enero de 2021

La Mejor Música de Cine en Concierto. Auditorio Nacional de Madrid

 


13 de enero de 2021

Tercer día después del paso de Filomena

Querido blog,

Espero que a la llegada de estas cuatro letras estés bien. Yo te pienso bien, en el mundo de los blogs no hay pandemias ni nevadas ni esos hechos históricos que tampoco pasaba nada si a este, nuestro mundo real, no nos afectaran. Pero, sí que lo hacen, por eso quizá, solo quizá, te haya tenido un poco aparcadito. No, por favor, no hagas esos mohínes de blog, que te veo por el rabillo del ojo, no te pongas así de mimoso que solo ha sido un poco. 

Ponte en mi lugar, entre el teletrabajo y la nieve, la cabeza no da para mucho más.

Pero el año no había empezado tan mal ¿sabes? De hecho hasta, recién comenzado, había ido un concierto. ¿Tú sabes cuánto hacía que no iba a uno? Pues fui al Auditorio Nacional de Música de Madrid, sí ese lugar mágico, al que voy mucho menos de lo que debería. Pero fui, para comenzar bien el año, fui muy bien acompañada a ver un concierto de la...

Ta,ta, ta, chan!!

Fundación Qualitas. Film Symphony Orchestra. La Mejor Música de Cine en Concierto

Así leído suena bien ¿verdad? Pues si hubieras estado ahí, si hubieras estado como yo estuve, en esas butacas de los Bancos del Coro, a dos pasos de la orquesta, te habría sonado infinítamente mejor.

 Como verás por el título era de Bandas Sonoras, de Música de Cine. Aladdin, Piratas del Caribe, Améli, Inteligencia Artifical, El bueno, feo y el malo, Regreso al Futuro... Te habría encantado. 

El director de la orquesta, que he leído que se llamaba Constantino Martínez-Orts, iba explicando entre fragmento y fragmento musical, la historia de la banda sonora y de la película, y completamente entregado a la música, con todo su cuerpo, batuta en ristre, era muy ameno haciéndolo. ¡Hasta nos regaló un mini concurso de películas de siempre a cien por hora! Qué emoción todos a la vez intentando descubrir con los primeros sonidos a qué película correspondía: ¡¿Memorias de Africa?! ¿La Misión?...

Fue un concierto muy entretenido, complementado con efectos especiales, que nos arrastraba con esas melodías que conocíamos tan bien. Nos entusiasmó a todos cuántos fuimos. Fue todo un espectáculo.

Y todos con sus mascarillas, claro, y cada dos butacas ocupadas, escrupulosamente cada dos ocupadas, una libre.  

Mereció muchísimo la pena. Qué buena forma de empezar con la cultura en el nuevo año.

Te voy a dejar que escuches unos fragmentos pequeños, no te gustan a ti los vídeos más largos, ya lo sé, pero unos cortitos que para que te hagas una idea, querido blog, te van a servir y mucho. 

Y me despido.

¡Aunque tenga que teletrabajar, quitar nieve, o lo que sea, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a tenerte aparcado!

Ya, no me va mucho el papel de Scarlet O´Hara ¿verdad? Me lo temía... 

Cuídate blog, en nada vuelvo.








sábado, 9 de enero de 2021

Filomena

 


Recién terminada la Navidad, cuando aún no nos había dado ni tiempo a guardar los belenes, las luces de colores, el ánimo festivo y familiar, llegó Filomena.

Y aunque, muy educada, había avisado de su llegada, su arrolladora presencia nos cogió por sorpresa.

Cómo íbamos nosotros a pensar que nos haría aparcar la nostalgia y la preocupación por la enfermedad, la desidia y los buenos propósitos, la cuesta de enero y la desgastada realidad.

Cómo íbamos nosotros a imaginar semejante fenómeno de la naturaleza. 

Suavemente, de puntillas, como si nos susurrara al oído: estoy llegando, lo hizo. Pero una vez aquí, devino en protagonista. Cuánto le gustaba destacar, cómo consiguió la atención de cada uno, de todos.

Que levante la mano quién no ha mandado una foto de los días que pasó aquí con nosotros.

Con su mirada tranquila y la piel pálida.

Con su talante juguetón y esas carnes mullidas que ganas daban de tocar, de revolcarse en ella, de... ay de vaya usté a saber qué.  

Su silencio se apropió de las calles y los parques. 

Su inmensidad copó las enormes avenidas y el techo de todos los edificios.

Su talante conciliador igualó las aceras con el asfalto, acaparó todas las conversaciones y las noticias, se adueñó de nuestros días y nuestras noches, nos dió la vuelta, vaya si nos la dió,

y nos mostró otra ciudad, más luminosa, más quieta, más blanca. 

Casi de ensueño.

Filomena  consiguió que viéramos lo nunca habíamos visto, que viviéramos lo que nadie imaginaba vivir, a estas alturas, por primera vez.

Cuando llegó era una historia de amor que comenzaba, una novedad, una ilusión, una delicia que nos tenía encandilados.

Pero ay después, después Filomena era tan intensa... que te apabullaba. 

Se volvió acaparadora, opresiva, peligrosa.

Se volvió inolvidable.


 

Y lo malo era que venía a quedarse con nosotros varios días. 

Varios.

Y nadie sabía ni cuántos.

viernes, 1 de enero de 2021

"Todos los quesitos" de Rocío Díaz

 

 

#unaNavidaddiferente

  

Todos los quesitos

 A la niña de la foto pocas cosas le gustan más que la Navidad.

Aún no sabe que, cuando sea mayor, habrá atesorado recuerdos eternos que acarreará de por vida: doce uvas lejanas dentro de un racimo perfecto de plástico que trajeron los compañeros de papá su última navidad, una cena especial donde mamá improvisó la receta de pato a la naranja que no gustó a nadie, una mañana de Reyes que entró, cual tromba eufórica, en el cuarto de sus padres a enseñarles los regalos, en el momento más cariñoso e inoportuno del mundo.

Momentos que aún ve y huele, momentos que curvan sus labios y encogen su corazón. Momentos que guarda en el trastero de la memoria y solo ocurren en Navidad.

Por eso, porque pocas cosas existen que me gusten más que este tiempo de villancicos y regalos, aunque ya soy mayor, dejo que la niña de la foto vuelva todos los diciembres. La necesito cerca para que me ayude a colocar el belén, a cocinar las recetas que aprendí en casa, a elegir presentes y envolverlos.

Este año, antes de comenzar con los preparativos, tuve que explicar a la niña de la foto que esta navidad es diferente. Que hay normas que cumplir. Los niños, aunque sean de papel de foto, aprenden pronto. Y más, si es jugando. Y ha sido aquella niña quién ha sugerido poner tiritas en la boca de San José, María y el niño. También en el morro del buey y la mula,  en la del ángel. Seis pueden dentro del establo, ha susurrado con la caja de tiritas aún en la mano. Los tres Reyes y sus tres camellos, perdón dromedarios, también lucen su peculiar y diminuto tapabocas de plástico, pero están en otro estante, cumpliendo las distancias.

También, expliqué a la niña que este año no podremos reunirnos toda la familia en torno a la misma mesa. Me senté frente a ella y le dije que, como en el Trivial Pursuit, iremos reuniendo quesitos. En cada comida nos reuniremos con 4 o 5 de ellos, ahora primos, ahora hermanos, ahora éstos o aquellos. Y cada una de esas citas será como ganar un quesito. Festividad tras festividad. Tenemos que conseguir que, cuando terminen estas fiestas, todos los quesitos estén en nuestro poder. Ese será nuestro botín. Le digo guiñándole un ojo. Significará que habremos visto a todas nuestras personas queridas, habremos ganado nuestra partida a este bichito que nos tiene acobardados. La niña de la foto ha asentido muy seria durante toda la explicación. Muchas veces jugó al trivial con sus hermanos. Siempre elegía las preguntas marrones, amarillas y rosas. Historia, literatura, espectáculos. Si alguien sabe de ese juego es ella. Y feliz y confiada espera ganar todos los quesitos de esta Navidad diferente.

La niña de la foto lleva uno de esos “verdugos” que se estilaban tanto en los años setenta. Aquellos horribles gorros que tapaban perfectamente los oídos y la garganta. Cumplían a la perfección el objetivo principal de la madre de la niña, y se los compraba de todos los colores. Pero ésta los aborrecía como no ha aborrecido nada en toda su corta vida. Sin embargo, ahora nos va a venir muy bien que hayas venido con uno de ellos ya puesto, le cuento a mi niña de papel de foto. Habrá que ver a los abuelos en la calle, dar un paseo con ellos para que puedan tenerte cerca, ver cuánto has crecido y lo guapa que estás. En esta navidad diferente, sobre todo con los mayores, es mejor verse bajo el solecito, al aire libre. La niña de la foto siempre fue obediente, buena niña. Solo por ver acercarse al abuelo con su boina de siempre, y su bastón, siempre bien estirado aunque fuera cumpliendo años, vale la pena, aunque haya que soportar el odioso verdugo otra vez.

Esta Navidad es diferente, me confía en voz baja, mientras la llevo de la mano bajo las luces de colores, pero sigue siendo Navidad.

Pero tampoco habrá cabalgata, tengo que confesarle, al fin, a la niña que fui. Sé que eso le ha dolido de veras. Toda la vida, a la hora convenida, en la esquina de la calle que fuera, ella esperó pacientemente para ver la cabalgata. Se hizo mayor esperando a los Reyes Magos. En esta Navidad diferente, no ha habido ni San Silvestre ni Cabalgata, le explico. Para evitar las aglomeraciones, ya sabes. En su interior de papel de foto, visualiza con pesar como un montón de caramelos desperdigados en el asfalto se va diluyendo. Lo siento, le digo, sé cuánto te gusta. Pero entonces me mira, y también adivino lo que está pensando. Se relame, sin querer y sin remedio, como un gato gordo que espera su comida preferida. Y sonriendo a la niña que fui se lo confirmo: Claro, por supuesto. ¡Los roscones no nos los pueden prohibir! Y cómplices, reímos al unísono. Y la niña de papel de foto que fui, y la que soy ahora, volvemos a ser la misma persona. La que se muere por saborear un enorme pedazo de roscón de Reyes. Sí, por favor, mejor con nata.

El día siete de enero, como todos los años, tendré que despedirme, otra vez, de la niña de la foto. He crecido, y tengo que transitar por la vida sin ella. Pero ambas sabemos que nunca le he dicho adiós, solo me despido con un hasta siempre envuelto en una sonrisa. Sé, siento, que nos veremos de nuevo en diciembre y celebraremos juntas cuánto de malo dejamos atrás, poniendo otro Belén. Y para entonces no tendrán que ser solo seis los que estén dentro del Portal.

A la niña de la foto pocas cosas le gustan más que la Navidad, pero una de esas pocas, poquísimas cosas, es que le cuenten historias. Historias de Navidades diferentes. Historias de su propia vida, que nunca hubiera imaginado.

 

Rocío Díaz Gómez. Enero 2021