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domingo, 2 de noviembre de 2014

"Con las manos en la almeja (Memorias de una cocinera)" de Javier Luque



 
"Fue una noche salvaje y al mismo tiempo tierna. Tal vez por ello, aunque no fue el único durante el año que Santiago vivió en España, nuestros encuentros no volvieron a ser lo mismo. Puede que con los descubrimientos siempre ocurra, por eso imagino que, igual que no ha sido la primera, no será la última vez que mi torpeza describa un encuentro amoroso con las mismas o parecidas palabras.

Cuando abandoné la librería, el cielo clareaba y me ardía la entrepierna recordándome mis excesos. Días más tarde, solos los dos en aquella trastienda donde la fantasía suplantaba cada día la mezquina realidad de nuestra vida, reuní valor suficiente para preguntarle a Pancracio por la atracción que sentía por Santiago. Su respuesta, y no era una novedad, fue una de sus preguntas: “¿A ti no te atrae la belleza?” Moví la cabeza afirmando. Fue todo lo que me dijo, no hacía falta más a pesar de que yo sabía que sólo era parte de la verdad. Y lo sabía porque nadie mejor que yo misma para entender que el amor, el cariño o la pasión nada entienden de sexos ni de edades, de eso ya se encarga la vida y su cotidianidad de pequeñas ruindades, desencuentros, egoísmos y otras vilezas...."

 Una de las reseñas que tenía pendientes de escribir era la del libro "Con las manos en la almeja (Memorias de una cocinera)" de Javier Luque.
 Topé con este libro, de título ya veis que bastante sugerente, un poco por casualidad y me llamó la atención. Buscaba un libro poco sesudo, un divertimento, que me ayudara a evadirme y la verdad es que me hizo mucha gracia el título y me dije: ¿Y éste? ¿Será de lo que parece? Y con ese punto de curiosidad no exenta de cierto morbo comencé a leerlo. Y resulta que me atrapó porque ni está mal escrito ni la historia es tan superficial como podría parecer por su título. Así que al final resultó más que un divertimento.

El argumento es el de que una cocinera que nos cuenta sus memorias. Por supuesto es una cocinera peculiar, "de moral distraida", con lo cual le pasan un montón de aventuras excitantes, a veces demasiado excitantes, que nos cuenta en sus memorias. Bueno, en realidad se las cuenta a una grabadora...

 Está narrado en primera persona, son unas memorias. Pero literariamente está estructurado de forma que cada capítulo está encabezado o relacionado con la receta de un plato: ingredientes y realización. A lo largo del capítulo el autor entremezcla la historia de la protagonista con el recetario. En ese sentido está bien escrito.

"Pancracio sirvió café de un puchero y nos sentamos a la mesa. Sus ojos de miel me radiografiaron. Supuse que llevaba demasiado tiempo solo. No sé por qué, pero nuestras cabezas se aproximaron poco a poco. Nos besamos, un beso largo y silencioso que concluyó en abrazo. Fue un momento, como respondiendo a una sacudida eléctrica, nos separamos. Estaba nerviosa, sin embargo, para él, parecía algo natural. Le dije que me tenía que marchar a preparar la comida. Como por casualidad, me preguntó qué íbamos a comer. Cuando oyó que fabes con almejas, sonrió. Le dije que le bajaría un plato.


Para preparar la receta, que en este caso es para seis personas aunque yo la preparé para el doble, se necesitan medio kilo de fabes, medio kilo de almejas, un puerro, una zanahoria, una hoja de laurel, una cabeza de ajos, un vaso pequeño de vino blanco, dos cucharadas de aceite, una cucharadita de harina, unas hebras de azafrán, agua y sal.

Primero se ponen las fabes a remojo la noche anterior, como supondrán yo lo había hecho. Cuando subí a casa, tiré el agua donde habían estado a remojo y las puse a cocer en agua fría con el puerro, la zanahoria, el laurel y la cabeza de ajos, entera y sin pelar, pero en la que realicé varios cortes. Mientras cocían, me dediqué a lavar las almejas que había comprado en el mercado. Lo mejor es hacerlo con abundante agua fría y sal, y varias veces para que suelten bien la arena. Después, en un cazo, puse el vaso de vino y la sal, añadí las almejas y lo coloqué al fuego salteando hasta que se abrieron. Les quité la parte de la concha que no tiene bicho y las reservé en su caldo. Se me olvidaba decirles que en el momento en que las judías dieron el primer hervor les había añadido agua fría para romper éste. Las asusté, que es lo que habrán oído alguna vez. Este proceso conviene realizarlo otras dos veces durante el par de horas que dura la cocción, dependiendo de las fabes...."

Los personajes, en mi opinión, en general son creíbles. Es cierto que la mayoría de ellos tienen una vida sexual bastante abierta, activa e intensa, empezando por supuesto por la protagonista. Con lo cual la novela tiene ese tono picante y desenfadado que nos sugiere el título.

Pero no es una novela pornográfica con una secuencia de momentos sexuales sin más. No. Es una novela erótica con un argumento sólido detrás.

A veces la trama es más loca, y otras más tierna la historia. Es muy variada. El tiempo es líneal, años 70, años 80 y 90 de España. No hay saltos en la historia, sino que discurre desde que la protagonista es jovencita y se la traen de su pueblo a servir en una casa, hasta que es una mujer madura. Y espacialmente también varía, porque aunque casi siempre se desarrolla en Madrid, hay unos episodios que están ambientados en las Islas Canarias a donde va la protagonista para salir de una depresión. Está bien ambientado, los lugares de Madrid que cuenta son muy reconocibles.

Tal y cómo nos sugería el título, se trata de una novela de memorias y de cocina, aunque escrita con un tono picante, donde los encuentros sexuales están contados bastante explícitamente. Por otro lado, tiene buen ritmo en la narración y tiene muchos personajes con lo cual la lectura es entretenida y ágil. Es una novela podría decir: Apetitosa.


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