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viernes, 5 de febrero de 2010

"¡Por favor... domestícame!" El Principito de Antoine de Saint-Exupery




"Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Pero tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa todavía: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene, por consiguiente, una gran necesidad de ser consolada. Si no fueran suficientes todas esas razones, quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan).Corrijo, por consiguiente, mi dedicatoria:

A León Werth, cuando era niño"



Así comienza una asignatura pendiente que yo tenía. Leer “El Principito” de Antoine de Saint-Exupery. En estos últimos días he compaginado la lectura del libro de Isabel Allende que me leía, con su descubrimiento.

Me ha gustado mucho. Me ha encantado. Es una fábula. Una metáfora.

Ahora sé que no era una lectura pendiente desde hace tanto tiempo como yo creía, porque es para leerlo (en mi caso) o releerlo cuando uno ya es mayor.

Imagino que todos sabréis que fue publicado el 6 de abril de 1943 y es el relato corto más conocido del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry. Lo escribió mientras se hospedaba en un hotel en Nueva York y fue publicado por primera vez en los Estados Unidos. Ha sido traducido a ciento ochenta lenguas y dialectos. (Wikipedia).
El argumento es el de un aviador que está perdido en el desierto del Sahara, debido a una avería en su avión. Entonces aparece un pequeño príncipe. Y empiezan a conversar… El principito busca respuestas haciendo preguntas. Y al mismo tiempo va contando que vive en un planeta diminuto con tres volcanes, una rosa, y unos árboles baobab que constantemente tiene que evitar que echen raíces, porque harían estallar su pequeño planeta. Pero un buen día decide salir de allí para explorar otros mundos y conoce seis planetas cada uno habitado por un personaje: un rey, un vanidoso, un borracho, un hombre de negocios, un farolero y un geógrafo. Al final viaja a la Tierra que es donde encuentra al aviador…

La verdad es que no podría elegir cual es la parte que me gusta más. Pero si hiciera un esfuerzo escogería dos. La descripción de su pequeño planeta. Y la parte en la que conoce al zorro, que me gusta mucho, cuando habla del domesticar, de las relaciones humanas.

Pero no os cuento más, porque os contaría todo. Cada detalle, cada frase. Porque como os decía, en realidad es una metáfora. Una joya que encierra profundas reflexiones sobre la vida adulta, la estupidez, la niñez y sus verdades. Habla de los problemas, de la ambición, de la lealtad, de la amistad, del amor.

El relato viene acompañado por ilustraciones dibujadas por el autor.


Es un libro para leer despacio, para saborearlo. Para releer de vez en cuando.

Os dejo con algunas de sus frases:

“A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: “¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?” Pero en cambio preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?” Solamente con estos detalles creen conocerle.”

Fuente: Capítulo IV.


“No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”.


“Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…”


"Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá los campos de trigo?. Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo… El zorro calló y miró largo tiempo al principito. - ¡Por favor…domestícame! -dijo. -Bien lo quisiera -dijo el principito -..."

“Y cuando te hayas consolado (uno siempre termina por consolarse) te alegrarás de haberme conocido”

(Del diálogo entre el Principito y el zorro)

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