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domingo, 7 de febrero de 2010

"La isla bajo el mar" Isabel Allende


Terminé de leer el último libro de Isabel Allende "La isla bajo el mar".

Me ha gustado. No sé si tanto como otros libros suyos, recuerdo cuánto me gustó "La casa de los espíritus", "De amor y de sombra" o "Paula", pero desde luego es una historia que me ha tenido ahí atrapada durante quinientas páginas noche tras noche y en la que he saboreado esas frases que escribe, he disfrutado esa forma íntima de contar los sentimientos que me gusta tanto.

Esta vez me ha transportando hasta los esclavos haitianos del siglo XVIII. En estos días pasados en que la televisión nos bombardeaba con las tristes imágenes del terremoto de Haití, yo también estaba allí aunque mucho tiempo atrás. Qué tierra más castigada desde siempre.

El argumento cuenta la historia de Zarité, una niña mulata del Caribe que a los nueve años es vendida como esclava al francés Toulouse Valmorain, dueño de una importante planta de azúcares en territorios de lo que ahora es Haití. Zarité tiene una buena estrella y en vez de ir a recoger la caña, quedará como una esclava doméstica, sin embargo su camino hasta la libertad no será nada fácil. A través de Zarité o Teté, nos sumergimos en la lucha por la abolición de la esclavitud en América Central y del Norte. De Haití saltaremos en la narración a Nueva Orleans donde huyeron muchos terratenientes cuando sus esclavos se rebelaron contra el maltrato y la opresión.

El tema principal es la lucha de la protagonista, una mujer fuerte, Zarité, como en casi todas las obras de Isabel Allende.

A su alrededor, surgiran otros muchos personajes, el amo, sus dos mujeres, su sensible hijo Maurice, los hijos de Zarité, el médico Parmentier, el militar Relais y la cortesana mulata Violette, Tante Rose, la curandera, Gambo, el apuesto esclavo rebelde... Algunos con ese punto de magia (la cultura haitiana ya de por sí es una cultura mágica) al que nos tiene acostumbrados Isabel Allende y que a mí me gusta tanto. Y a lo largo de la novela viviremos con ellos, viviremos sus vidas, treinta largos años, desde que Zarité tiene nueve años hasta que llega a los cuarenta y ya es abuela.

A mí me gustan los personajes de Isabel Allende. Me gusta como sienten. Me gusta la forma sencilla y al mismo tiempo, aunque pueda resultar paradógico, profunda de contar de esta autora.

Comienza con un prólogo que en realidad es el epílogo, donde una Zarité ya de cuarenta años se presenta. Después volvemos hacia atrás hasta el principio de la historia, a partir de ese momento la narración será lineal en el tiempo. Es una novela que tiene dos narradores, uno omnisciente en tercera persona, intercalado por otro en primera persona, Zarité, contando su propia historia. Eso hace que la novela sea entretenida y ágil, porque permite al lector alejarse y acercarse a la historia.

Os dejo con un párrafo (página 131):

"... La primera vez que lo vi estaba tirado boca abajo en el hospital de esclavos, cubierto de moscas. Lo incorporé con dificultad para darle un chorro de tafia y una cucharadita de las gotas del ama, que me había robado de su frasco azul. Enseguida comencé la tarea ingrata de limpiarlo. las heridas no estaban demasiado inflamadas, porque Cambray no pudo echarles sal y vinagre, pero el dolor debía de ser terrible. Gambo se mordía los labios, sin quejarse. Después me senté a su lado para cantarle, ya que no conocía palabras de consuelo en su lengua. Quería explicarle cómo se hace para no provocar a la mano que empuña el látigo, cómo se trabaja y se obedece, mientras se va alimentando la venganza, esa hoguera que arde por dentro. Mi madrina convenció a Cambray de que el muchacho tenía peste y más valía dejarlo solo, no fuera a dársela a los demás de la cuadrilla...

Tante Rose nos dejaba solos en su cabaña durante las curaciones. Adivinó. Y al cuarto día sucedió. Gambo estaba tan abrumado por el dolor y por lo mucho que había perdido -su tierra, su familia, su libertad- que quise abrazarlo como habría hecho su madre. El cariño ayuda a sanar. Un movimiento condujo al siguiente, y me fui deslizando debajo de él sin tocarle las espaldas, para que apoyara la cabeza en mi pecho. Le ardía el cuerpo todavía estaba muy afiebrado, no creo que supiera lo que hacíamos. Yo no conocía el amor. Lo que hacía conmigo el amo era oscuro y vergonzoso, así se lo dije, pero no me creía. Con el amo mi alma, mi ti-bon-age, se desprendía y se iba volando a otra parte y solo mi corps-cadavre estaba en esa cama. Gambo. Su cuerpo liviano sobre el mío, sus manos en mi cintura, su aliento en mi boca, sus ojos mirándome desde el otro lado del mar, desde Guinea, eso era amor. Erzuli, loca del amor, sálvalo de todo mal, protégelo. Así clamaba yo."

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