Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

domingo, 25 de octubre de 2009

El último minuto de Andrés Neuman



-->
El último libro que he terminado de leer ha sido “El último minuto” de Andrés Neuman. Un libro de relatos que encontré por casualidad en una de las casetas de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Madrid que terminó hace un par de fines de semana. Yo, a Andrés Neuman ya le conocía por un relato que habíamos leído una vez en el taller de Creación Literaria. Así que en cuanto me topé con él no pude por menos que llevármelo. Este libro es una reedición hecha por el propio Neuman en el 2007 de un libro de relatos que ya había editado en el año 2001 con el mismo título. El autor suprime seis cuentos, y considera que al reeditarlo ha hecho una versión corregida y reducida del libro.

A mí me ha gustado bastante. No les sobra, ni les falta nada a éstos cuentos. Son relatos en los que prima la naturalidad, son sobrios, inquietantes. Creo que los que escribimos podemos aprender mucho de ellos. Además la última parte del libro es un ensayo teórico sobre la práctica del cuento, muy interesante.

Os dejo aquí como muestra el dodecálogo que incluye el autor y uno de sus relatos.

Dodecálogo práctico acerca del cuento:
I
Contar un cuento es saber guardar un secreto
II
Los cuentos suceden siempre ahora, aún cuando hablen del pasado. No hay tiempo para más y ni falta que hace.
III
El excesivo desarrollo de la acción es la anemia del cuento. O, mejor dicho, su muerte por asfixia.
IV
En las primeras líneas un cuento se juega la vida; en las últimas líneas, resurrección. En cuánto al título, al contrario de lo que muchos piensan, si es demasiado brillante se olvida fácilmente.
V
Los personajes no se presentan: simplemente actúan.
VI
La atmósfera puede ser lo más memorable de un argumento. La mirada puede ser el personaje principal.
VII
En narrativa, el lirismo contenido produce magia. El lirismo sin freno, trucos.
VIII
La voz del narrador tiene tal importancia, que no debe notarse. Resulta más fácil mentir desde la discreción que desde la exhibición o el ingenio.
IX
Por excepciones que puedan citarse, la frase corta resulta la más natural para un cuento. Corregir: reducir.
X
El talento es el ritmo. Los problemas más sutiles empiezan en la puntuación.
XI
En el cuento, un minuto puede ser eterno y la eternidad caber en un minuto.
XII
Terminar un cuento es saber callar a tiempo.


MONÓLOGO DEL AHOGADO
Cuando los desalmados me encontraron, decidieron que lo más conveniente sería esconderme en la cochera. Como soy corpulento, tuvieron que pedir ayuda para trasladarme hasta aquí. Igual que un saco relleno de agua.
De la playa conservo el sabor salino y el rumor de la espuma absorbida. Mis otros recuerdos son confusos: primero yo nadaba hacia el horizonte; después el estómago se me hacía un nudo y el agua se enredaba a mi alrededor; después no respiraba. En algún momento los brazos de las olas me expulsaron, y mi espalda rebotó contra la arena.
Es todo cuando sé.
O no. Sé algo mas: los otros llegaron más tarde, acompañados del primer desalmado que me había visto. La noche ya era completa y los pájaros huían. Yo también quise huir con ellos, sumarme a su batir de alas, remontarme al infinito. Pero una inercia definitiva me lo impedía, y supe que era cierto. Fue entonces cuando se me acercaron ellos, los desalmados.
El primer desalmado les gritó a los demás que dejaran de mirarme y dándoles instrucciones. De todo cuanto dijeron, solo consigo retener con exactitud cuatro palabras del más joven: “pesa como una boya”. Y fue extraño escuchar eso, porque no me sentía insólitamente ingrávido. El agua había entrado en mis pulmones vaciando todo el resto, volviéndolo transparente y delicado. Sé que mi pecho, ahora es de cristal muy fino. Una vez encontrada la postura, cargaron conmigo casi sin descansar. Me metieron en una camioneta y el tiempo siguiente fue para mí una desconcertante quietud en medio de la velocidad. Y lo último que sé es esto.
Esto, un cubículo oscuro y húmedo. Juraría que puedo oler a algas, no sé si son de entonces o de ahora. No consigo adivinar en qué parte de la cochera me han dejado, aunque intuyo que estoy lejos de la puerta porque no se oyen movimientos. Quizá los desalmados hayan huido. Quizás guarden silencio.
Me queda, sí, la pequeña satisfacción de las cosquillas. Antes de ahogarme jamás hubiera imaginado que la piel permanece sensible durante tanto tiempo, así es. Noto cómo llegan despacio, con la cautela del instinto, y de pronto se lanzan a mis muslos. A ratos maldigo la hora en que cambié de ropa y decidí salir a nadar con las aguas revueltas. Pero enseguida me repito que la queja es inútil y me someto a la inconsciencia, a ese segundo sueño que parece invariable hasta que de golpe despierto al primero y, sin poder traspasar su superficie, regreso al pensamiento.
Todavía no pierdo la esperanza de poder hundirme pronto y para siempre en ese segundo sueño. Lo único que de verdad temo es que los desalmados vuelvan y me sometan a alguna clase de tormento físico. Mi mente ya está a salvo, pero sé que mi piel temblorosa, mis músculos helados, mis huesos huecos, estas articulaciones de papel mojado, no soportarían la humillación. Los cuerpos incluidos los inertes, nunca tienen dueño. Por eso, cuando me asaltan los temores, procuro dejarme arrollar por la cosquilla de las ratas y me pongo a oír el lento roer hacia las ingles.

Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) es poeta, ensayista y narrador. Hijo de músicos argentinos emigrados, desde su juventud reside en Granada, donde fue profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad. Con su última novela, El viajero del siglo, ha obtenido el Premio Alfaguara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios me enriquecen, anímate y déjame uno